lunes, 14 de noviembre de 2011

Theraplay

Es una terapia de  juego interactiva a  corto plazo. Puede  aplicarse a niños  en edad pre escolar, adolescentes, también a adultos que  presentan déficit de atención o desordenes  sociales interactivos, comunicativos o de  vinculación.
Puede realizarse en grupo o individual.
Theraplay utiliza el juego para implantar todas las  interacciones del terapeuta en la  relación paterno – filial. De tal modo el theraplay replica  los  aspectos de integración sana entre padres e hijos.

Theraplay  es una terapia de juego estructurada para niños y sus padres. El objetivo es incrementar el nivel de apego, autoestima, confianza en otros y alegre vinculación. Las sesiones son divertidas, físicas, personales e interactivas, replicando las interacciones normales y saludables entre padres y niños

 Bibliografía: 
 http://www.theraplay.org/additional/FamilyTheraplay_espanol.pdf


The theraplay Institute  
                                                                www.theraplay.org


Video sobre Theraplay
http://www.youtube.com/watch?v=t5IoEDHY-Y4
http://www.youtube.com/watch?v=cN1oQXcRuac
 
 

jueves, 10 de noviembre de 2011

Apego


La especie humana tiene una larga historia. Ello nos ha hecho evolucionar de una determinada manera, configurando aspectos de nuestras necesidades básicas como seres humanos. El niño nace programado para sobrevivir en determinadas condiciones pero también bajo la necesidad de que sus necesidades básicas sean cubiertas. Estas pueden resumirse en:
1-Necesidades fisiológicas (alimentación, higiene, sueño, etc...).
2-Necesidad de protección ante posibles peligros (reales o imaginarios).
3-Necesidad de explorar su entorno.
4-Necesidad de jugar.
5-Necesidad de establecer vínculos afectivos.

Los vínculos afectivos son una necesidad que forma parte del proyecto de desarrollo de un niño recién nacido. Si esta necesidad no es satisfecha, el niño, adolescente, joven o adulto sufrirá de "aislamiento o carencia emocional".

El Apego (o vínculo afectivo) es una relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es un lazo afectivo que se forma entre él mismo y cada una de estas personas, un lazo que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas a lo largo del tiempo. Es, sin duda, un mecanismo innato por el que el niño busca seguridad. Las conductas de apego se hacen más relevantes en aquellas situaciones que el niño percibe como más amenazantes (enfermedades, caídas, separaciones, peleas con otros niños....). El llorar es uno de los principales mecanismos por el que se produce la llamada o reclamo de la figura de apego. Más adelante, cuando el niño adquiere nuevas capacidades verbales y motoras, no necesita recurrir con tanta frecuencia al lloro. Una adecuada relación con las figuras de apego conlleva sentimientos de seguridad asociados a su proximidad o contacto y su pérdida, real o imaginaria genera angustia.

Los vínculos de apego no sólo van establecerse con los padres o familiares directos sino que pueden producirse con otras personas próximas al niño (educadores, maestros, etc...).

Figura principal de apego: la madre


Si bien tradicionalmente la figura con la que se establece el vinculo de apego más fuerte ha sido con la madre, hoy en día asistimos a una acentuación de la implicación del padre en los cuidados de la primera infancia. Motivos de horarios laborales, número de hijos, recursos económicos, etc, determinan la necesidad de una corresponsabilidad por parte ambos progenitores en las labores de atención al bebé. Aún aceptando esta realidad, no hay que perder de vista que desde un punto de vista biológico y evolutivo, es la madre la que está en disposición de efectuar una relación especialmente fuerte con el hijo. La importancia del buen establecimiento del vínculo de apego, ya en las primeras etapas, va tener unas consecuencias concretas en el desarrollo evolutivo del niño. Podemos afirmar con rotundidad que dedicar tiempo al bebé, en una interacción de cuidado y atención, por parte de las figuras de apego, es la mejor inversión para garantizar la estabilidad emocional del niño en su desarrollo.

El vinculo de apego no debe entenderse como una relación demasiado proteccionista por parte de la madre hacia el bebé, sino como la construcción de una relación afectiva en la que la atención y los cuidados de la madre en las primeras etapas (el niño se siente atendido en sus necesidades), va a propiciar la paulatina adquisición, desde una plataforma emocional adecuada, de los diferentes aprendizajes y, por tanto, de los primeras conductas autónomas. 

Si bien el niño quizás tardará unos meses en desarrollar el apego hacia la figura principal, el vinculo emocional de la madre hacia el bebé se desarrolla rápidamente teniendo lugar en los momentos posteriores al parto.

El apego puede formarse con una o varias personas, pero siempre con un grupo reducido. La existencia de varias figuras de apego es, en general, la mejor profilaxis de un adecuado desarrollo afectivo dado que el ambiente de adaptación del niño es el clan familiar y no la relación dual madre-hijo.
Fases del apego

Fase 1 (desde el nacimiento a los 2 meses)
En inicio, los bebés no centran su atención exclusivamente en sus madres y suelen responder positivamente delante cualquier persona. Sin embargo, los neonatos, ya vienen al mundo con un cierto número de respuestas innatas diseñadas para atraer a la madre cerca (llanto) y mantenerla próxima (mostrándose sonriente o tranquilo). Y aunque, en esta etapa, no esté todavía maduro el vínculo de apego con la madre o cuidador, sí se ha comprobado que los recién nacidos prefieren mirar a sus madres que a un desconocido.

Fase 2 (desde los 2 a los 7 meses)
Durante esta segunda etapa los bebés van consolidando los vínculos afectivos con la madre, padre o cuidador y dirigen hacia ellos sus respuestas sociales. Aunque todavía aceptan extraños, les otorgan menor atención.
A lo largo de este período el bebé y su cuidador desarrollan pautas de interacción que les permiten comunicarse y establecer una relación especial entre ellos.

Fase 3 (desde los 7 a los 24 meses)
El Apego se hace más evidente siendo muy fuerte alrededor de los 2 años. Ahora las conductas de apego van a configurarse alrededor del desarrollo evolutivo en 2 áreas concretas: la emocional y la del desarrollo físico. Con el mayor nivel de capacidades cognitivas asumidas en esta etapa, los bebés empiezan a distinguir lo extraño de lo habitual y ahora suelen reaccionar negativamente ante situaciones o personas desconocidas. Apartarse de la figura de apego supone producir protestas por la separación que implican llantos y la búsqueda de la madre. Por su parte el desarrollo físico (el niño empieza primero a gatear para luego pasar a la posición erguida y a dar sus primeros pasos), supone adquirir un control respecto al lugar donde se encuentra. Ahora, si desea no separarse de su madre, podrá dirigirse hacia ella en lugar de reclamar su presencia mediante el llanto. El niño gana independencia gracias a sus nuevas capacidades de locomoción, verbales e intelectuales. Este proceso es siempre conflictivo porque exige readaptaciones continuas con ganancias y pérdidas de ciertos privilegios. Por ello suele ir acompañado de deseos ambivalentes de avanzar y retroceder.

Determinantes del apego


Se cree que las madres que son más sensibles ante las necesidades de los bebés y que ajustan su conducta a los de estos, tienen mayores probabilidades de establecer una relación de apego segura. Estas madres reaccionan rápidamente a las señales que emiten sus hijos como el reclamo de comida, identificando cuando están satisfechos y respetando sus ritmos de vigilia-sueño. Ante el reclamo mediante el llanto son más eficaces en acunar o confortar en sus brazos al bebé. Son madres cariñosas, alegres y tiernas siendo así percibido por el niño. Evidentemente no sólo cómo se comporta la madre resulta vital para el vínculo. La forma en que reacciona el niño, su temperamento, es también importante en el tipo de relación que se va a establecer. No hay dos bebés iguales. En el caso de que estos sean de temperamento difícil o irritable puede favorecer en la madre o cuidador una respuesta menos adecuada y, por tanto, aumentar las probabilidades de un apego menos seguro.

Con frecuencia se ha planteado desde la psicología por qué algunas madres responden de forma más sensible a sus bebés. Una respuesta bastante válida hace referencia a los recuerdos de las madres de sus propias experiencias infantiles. Una investigación efectuada al respecto (Main y Goldwyn, 1.998) clasificaba a las madres en 3 grandes grupos. El grupo primero lo formaban las madres denominadas autónomas. Estas madres se caracterizaban por presentar una imagen objetiva y equilibrada de su infancia, siendo conscientes de las experiencias positivas y de las negativas. El segundo grupo se denominó madres preocupadas. Se caracterizaban por su tendencia a explicar de forma extensa sus primeras experiencias vitales con un tono muy emocional y, en ocasiones, confuso. Finalmente el grupo tercero lo formaban madres a las que se llamó indecisas. Estas últimas constituían un grupo que había experimentado algún trauma con la relación de apego y que aún no han resuelto. Es el caso de los niños maltratados o que han perdido alguno de los padres. 

La hipótesis que subyace en este estudio es que los recuerdos y sentimientos de las madres sobre su propia seguridad de apego se expresará en sus atenciones hacia su hijo y así influirá en su relación. Diversos estudios han verificado que estas clasificaciones son bastante predictoras de las pautas de apego que formarán con sus hijos.



Efecto del apego en otras conductas


En líneas generales podemos afirmar que los bebés que presentan un apego seguro exhiben una diversidad de otros caracteres positivos que no se encuentran en el caso de bebés cuyas relaciones de apego son de menor calidad. Una de ellas es la competencia cognitiva del niño. Muchos experimentos ponen de relieve la mayor capacidad de solución de problemas en niños con apego seguro. Igualmente serían más competentes socialmente, más cooperadores y obedientes.

Esto no significa, sin embargo, que los bebés con apego inseguro estén predestinados a tener problemas. En algunos casos, la experiencia en la guardería, puede ser beneficiosa y poner de relieve que, independientemente del nivel de apego, otras circunstancias del entorno pueden ser también relevantes en las competencias posteriores del niño. Aún y así, defendemos la importancia de establecer vínculos de apego satisfactorios, desde los primeros meses de vida, como situación idónea para minimizar muchos problemas posteriores.

El apego en etapas posteriores


Los vínculos de apego van a seguir su curso durante todo el ciclo evolutivo con las transformaciones y adecuaciones que cada edad requiere. A lo largo de todo el período escolar se suelen mantener como figuras de apego los padres (la madre, casi siempre en primer lugar y con carácter secundario los hermanos y otros familiares). Paulatinamente el niño va tolerando mejor las separaciones cada vez más largas, el contacto físico no es tan estrecho y las conductas exploratorias no precisan de la presencia física de las figuras de apego. Sin embargo, en momentos de aflicción, pueden activarse en gran manera las conductas de apego con reacciones similares a la de los primeros años.

Durante la adolescencia las figuras de apego suelen ser, por este orden, la madre (que sigue en primer lugar), padre, hermano, hermana, amigo y pareja sexual. La madre sigue siendo la figura central de apego. A diferencia de épocas anteriores, ahora puede ocurrir que se incorpore como figura de apego, alguna persona ajena a la familia (amigos).

Progresivamente los adolescentes se van distanciando más de las figuras de apego y aparece un cierto rechazo como forma de buscar su propia identidad. El deseo ya no es estar con las figuras de apego sino que éstas estén disponibles para casos de necesidad. Es un proceso natural por el que no hay que temer si se han hecho bien las cosas. El adolescente ha iniciado ya el camino de las relaciones sociales y los vínculos de amistad que marcan el inicio del camino hacia el encuentro de la etapa adulta.
Si la relación de apego se estableció de forma adecuada en los períodos críticos, el lazo afectivo que vincula a padres e hijos trascenderá a la época adolescente y es probable que se prolongue toda la vida.


Como trabajar el apego
Los estilos de vida actuales suponen nuevos retos para los padres pero también para los profesionales de la salud mental infantil.
Actualmente podemos afirmar con contundencia que muchos de los problemas que son motivo de consulta frecuente en los gabinetes de psicología infantil tienen su origen y se mantienen a partir de determinadas dinámicas y vivencias familiares. El niño que reclama constantemente la atención de los padres, el oposicionista, el que enferma a menudo, el que de repente deja de sacar buenas notas, entre otras situaciones, pueden ser el reflejo de un malestar emocional en el niño o desatención afectiva que no encuentra cauce de expresión por otras vías más normalizadas.

Ya no hay ninguna duda respecto al hecho de que la salud mental en niños y adolescentes (también adultos) está condicionada en gran medida por la cantidad y calidad de las relaciones afectivas que como padres hemos sido capaces de construir con nuestros hijos desde la más temprana infancia. No obstante, parece que la sociedad moderna no fomenta ni siquiera valora con la importancia que se merece este hecho.

Hay un primer factor relevante y recurrente en la familia actual: “la falta de tiempo para estar con los hijos”. Muchos padres justifican así el hecho de que no hayan atendido debidamente las necesidades afectivas de sus hijos desde las etapas más tempranas. Las consecuencias, si además se dan otros factores asociados (separaciones, malos tratos, problemas económicos...) pueden ser nefastas para integridad emocional del niño.

Un segundo factor a considerar es la poca capacitación de los padres. Muchos de ellos quizás pertenecen, a su vez, a entornos donde tampoco recibieron una atención afectiva suficiente y, por tanto, se les privó del aprendizaje acerca de cual era la mejor forma de educar e interaccionar con los hijos.

Un tercer factor lo podemos situar sobre circunstancias sobrevenidas, a veces imprevistas, como los problemas de trabajo, económicos, de relación en la pareja, etc. Estos factores pueden empeorar significativamente la calidad de las relaciones entre los miembros de la familia y crear un ambiente de inseguridad que puede resultar muy dañino para los más pequeños.

Evidentemente, cada niño es un mundo y así lo es la forma en que cada uno de ellos va a exteriorizar su malestar o desatención afectiva. Sea como fuere, si somos capaces de fortalecer los vínculos afectivos, aún en las situaciones difíciles, conseguiremos minimizar el riesgo de problemas emocionales y de conducta en el futuro.

Más adelante, intentaremos dar algunas pistas de cómo podemos llevarlo a cabo.

Las nuevas situaciones familiares


Hemos ya comentado algunas de las situaciones de “riesgo” que pueden poner en peligro la vinculación afectiva adecuada entre padres e hijos. A ello tenemos que unir las actuales circunstancias sociales y, en concreto, las nuevas realidades familiares. En los últimos años, la familia tradicional ha ido dejando paso a nuevas formas de familia, cada una de ellas con sus peculiaridades, pero con un rasgo en común: la necesidad de fortalecer el trabajo de vinculación con los hijos ya que, para ellos, en algunos casos, las nuevas formas pueden suponer un desajuste emocional.
En concreto exponemos tres situaciones que pueden cursar con una necesidad primero de entender y luego de trabajar la vinculación con los hijos.

Hijos adoptados

En España, los procesos de adopción se han incrementado exponencial mente. Sólo el 10% aproximadamente son de niños nacidos en España. El resto provienen de países extranjeros, principalmente Rusia y China.
Estos niños tienen la fortuna de ser recibidos por familias acogedoras con una alta motivación por tener hijos y que suelen disponer de los recursos afectivos y económicos para atenderlos. De lo que, frecuentemente, no disponen los padres adoptivos es información concreta acerca de los síntomas y comportamientos que son habituales en estos niños y la forma de ayudarlos.
Cada niño llega con su propia historia y vivencias personales. Según la edad de adopción, puede haber pasado por diversas instituciones, familias de acogida, etc. Todo ello suele suponer a edades tempranas la imposibilidad de establecer una vinculación adecuada.
A pesar de que los padres adoptivos empezarán a cubrir esas necesidades, las consecuencias de un apego o vinculación no establecida en su momento, se manifestarán mediante conductas que suelen poner a prueba constantemente el amor de sus padres y los lazos que tienen en común. Lo más paradójico es que lo hacen mediante un proceso sutil de exigencias, manipulaciones, mentiras e, incluso, utilizando comportamientos agresivos y violentos hacia las personas que quieren.

Estas conductas son resistentes a cambiar y los procedimientos tradicionales (refuerzo, castigo, etc.) no acaban de funcionar dado que su origen es básicamente de tipo emocional. Por tanto, su tratamiento requiere también reforzar los lazos afectivos y la vinculación.

Hijos ante la separación de los padres


Es otra de las situaciones habituales hoy en día y que supone un factor de riesgo importante para la autoestima e integridad emocional de nuestros hijos. Aunque, en algunos casos, la separación pueda estar justificada por el deterioramiento general de las relaciones de la pareja y como mal menor, lo cierto es que siempre hay un impacto emocional en los pequeños.

Cuando es posible, lo ideal es que ambos padres compartan estrategias comunes respecto a la educación de los hijos y mantengan una relación tranquila y amistosa. El mensaje que deben recibir los hijos es que ambas figuras de vinculación comparten unos mismos principios y que van a seguir a su lado afectivamente independientemente que ahora vivan separados, tengan sus diferencias y estén sujetos al convenio de separación que hayan alcanzado legalmente. Para alcanzar estos objetivos es esencial dar la imagen de unidad en las cuestiones fundamentales que atañen a los hijos.

También se hace necesario evitar los errores comunes que algunos padres cometen tras la separación.
Entre otros:
  • Utilizar al hijo como aliado en contra del otro o como herramienta de chantaje.
  • Hablar mal del otro o culpabilizarle. Evitar la manipulación emocional.
  • Intentar comprar su afecto o compensarle con excesivos premios o regalos materiales lo que puede suponer un agravio hacia la otra persona y una relación que al final se fundamenta más en lo material que en lo afectivo.
  • Crear dudas acerca de su futuro o entrar en contradicciones con lo que le manifiesta la otra parte al hijo.
  • No engañarlo. Según su edad, el niño tiene derecho a saber cual es la situación y cual su futuro.
  • Evitar nuevas discusiones delante de los hijos ya sean presenciales o por teléfono.
  • Si el hijo/os están en régimen de compartidos, suavizar la transición de un hogar al otro. Lo ideal sería compartir espacios comunes durante algún tiempo. Por ejemplo, cuando toque el cambio de una casa a la otra, los progenitores separados pueden quedar en un espacio público y compartir brevemente información de las novedades que se han producido en el día a día de los niños. Esto puede dar tranquilidad a los niños en el sentido de que ven que ambas partes comparten el interés por ellos.

Familias monoparentales


Este tipo de familias también ha visto incrementado su número en la sociedad actual. Diversas son las circunstancias. Desde parejas separadas en la que la madre se hace cargo en exclusiva de los hijos a mujeres que han decidido ser madres sin una pareja estable por inseminación artificial.
Son familias que también deberán trabajar adecuadamente los procesos de vinculación dado que uno de los progenitores no está presente. Ello puede suponer un reto para, generalmente la madre, dado que tendrá que compaginar el tiempo empleado para generar los ingresos necesarios para subsistir con la dedicación suficiente hacia su hijo o hijos.
Si los espacios que tenemos con nuestro hijo son mínimos sólo podremos compensarle intentando mejorar la calidad de esa relación. Es decir, acompañándolo en sus juegos, escuchándole y haciéndole ver que aunque no estemos todo el tiempo con él, seguimos ahí para cuando nos necesite. Hoy en día podemos aprovechar la telefonía móvil y otras para comunicarnos en la distancia. De todas formas, los tiempos necesarios nos los marcan siempre los niños y sus circunstancias pasadas y presentes. Debemos ser sensibles a sus demandas.

Un error que debemos evitar y que suele darse en este tipo de familias es el de la sobreprotección o excesiva dependencia de una persona. No hay que confundir dar atención afectiva y soporte emocional incondicional con crear una estructura de funcionamiento donde el niño se le impide realizar determinadas actividades por temores irracionales de los adultos (según edad: no ir de excursión con el colegio, no efectuar salidas que no sean con la madre, etc.). Debemos ser capaces de proporcionar seguridad y afecto pero también autonomía.

Finalmente resaltar la importancia que terceras personas pueden asumir en estas familias. Abuelos, tíos, etc., pueden constituirse, según las circunstancias, en figuras importantes de vinculación y, por tanto, estar sujetas a las recomendaciones que a continuación se exponen.

Algunas sugerencias para mejorar la vinculación


Primero debemos tener en cuenta que crear unos lazos afectivos saludables con los hijos no sólo es cuestión de dedicar más tiempo sino buscar la calidad en esas relaciones. Es decir, no basta con que estemos cerca de ellos físicamente durante cierto tiempo sino que haya una relación dual adecuada, de comunicación y expresión de sentimientos.

a) Saber escuchar a nuestros hijos es la clave.

A muchos padres les parecerá trivial pequeñas anécdotas del colegio u otras que el hijo puede explicar comparadas con sus propios problemas. No obstante, puede que para ese hijo aquello tenga una importancia que transcienda a la comprensión o valoración del propio padre. Los adultos procesamos los problemas de forma diferente a los niños y nuestras claves de interpretación son sustancialmente diferentes a las que ellos utilizan. Por tanto ante cualquier demanda del niño debemos tener tiempo para escucharle.

Lo que nos importa como padres no es tanto solucionar el “problema puntual” de nuestro hijo sino lanzarle un mensaje muy potente que transciende al propio problema, a saber: “Tus padres están ahí para escucharte y ayudarte en lo que necesites”.

Esta es la mejor base para que los niños crezcan emocionalmente fuertes y reduzcamos los miedos y conductas desadaptadas a partir del reforzamiento de su propia seguridad afectiva.

Cuando el niño llega a la adolescencia los deberes ya deben estar hechos. Si los procesos de vinculación se han establecido correctamente, los problemas durante este período se minimizarán. El adolescente será capaz de verbalizar sus emociones y sentimientos y buscar el consejo de los padres cuando lo requiera. Hay que recordar al respecto que las figuras principales de vinculación durante la adolescencia son los iguales (amigos, compañeros) y los padres pasan a ser unos referentes secundarios en ese momento. No obstante, para los adolescentes que han sido capaces de desarrollar un apego seguro con sus padres seguirán necesitando su apoyo incondicional para ir superando los nuevos retos de la etapa. Como padres deberemos estar en la retaguardia preparados para escuchar y aconsejar cuando así se nos demande.

b) La empatía parental

La capacidad de percibir los signos emocionales del niño por las que manifiesta sus necesidades de atención afectiva y saberles dar la respuesta adecuada por parte de los padres es lo que denominamos empatía parental.

Uno de los principales obstáculos para que los padres escuchen a sus hijos es que dedican buena parte de su comunicación a reprenderles o a recordarles las normas de conducta que se esperan de ellos. Es muy fácil marcar conductas y diferenciar entre lo aceptable y lo inaceptable. Pero, si no sabemos interpretarlos, si no somos capaces de leer en clave emocional muchas de estas manifestaciones, es probable que no se sientan respetados ni comprendidos y, por tanto, no solucionemos el problema. Ello es especialmente importante durante la adolescencia.

c) El concepto de Resilencia parental

La Resilencia es un concepto que hace referencia a la capacidad de ciertas personas, también en los niños, para hacer frente a los factores y circunstancias adversas que nos depara la vida.
Los sujetos con resilencia son capaces de seguir construyendo su futuro de forma equilibrada y sana pese a las experiencias difíciles, los traumas vividos y las carencias afectivas tempranas. Podríamos decir que hay un cierto aprendizaje de las malas experiencias y un deseo que impulsa a estas personas a construir estrategias alternativas para llegar a funcionar mejor en todos los ámbitos, incluido el familiar, pese a las circunstancias adversas.

La resilencia es, por tanto, una de las habilidades básicas fundamentales deseables y esperables en los padres. No obstante, el desarrollo de esta capacidad es posible tanto para los padres como para los hijos y de su establecimiento en los más pequeños va a depender de la existencia de una parentalidad sana, competente y que sirva de modelo adecuado.
Los padres resilientes tienen la capacidad de establecer un vínculo afectivo (apego) a partir de procurar los necesarios cuidados tanto físicos (comida, higiene, etc.) como afectivos (amor incondicional, tiempos comunes, proximidad afectiva, etc.). No obstante, deben ser capaces, paralelamente a estos cuidados básicos, de compartir con sus hijos la idea de que el crecimiento y el desarrollo de todos los seres humanos y el de ellos, en particular, pasa por una serie de desafíos que forman parte de la vida y que algunos de ellos les provocarán dolor y frustración, pero que si confían en sus propios recursos y el apoyo de los suyos, podrán salir adelante.

Estos padres, en definitiva, tienen la capacidad de tomar el timón de sus vidas, saben identificar y analizar las situaciones problemáticas que afectan a la familia y tomar las decisiones oportunas con solicitud de ayuda si lo consideran necesario. Esto no lo hacen tanto desde el desánimo sino como de la voluntad e iniciativa de cambiar las cosas por el bien de toda la familia.

d ) Aprender a hablar de nuestros sentimientos y emociones

En los espacios comunes, cuando escuchemos y hablemos con nuestros hijos, debemos ser capaces de introducir el factor emocional. Debemos enseñarles a identificar sus emociones para que así puedan encauzarlas debidamente. Para ello debemos atender a lo que hace cada día (ir al colegio, de excursión, etc.), pero fundamentalmente a cómo se ha sentido en las diversas situaciones (triste, alegre, enfadado, rabioso, etc.).

Enseñarles a hablar acerca de sus sentimientos supone un buen recurso para construir una personalidad sana.

No se trata de que los padres hagamos un interrogatorio exhaustivo cada día, sino que seamos capaces de introducir estos elementos cuando se produzcan situaciones que así lo aconsejan (por ejemplo: un día en el que llega del cole llorando).

Un buen momento también para hablar de las emociones es cuando nuestro hijo ha tenido algún berrinche o mala conducta en casa. En estos casos es mejor dejar los “razonamientos” para más tarde cuando las cosas han vuelto a la normalidad. Un buen momento puede ser por la noche justo antes de acostarse. Entonces podemos analizar lo ocurrido y sacar las emociones de unos y otros. Los padres pueden manifestar su tristeza y decepción por la conducta de su hijo y éste explicará cómo se ha sentido antes y después de lo ocurrido. Todo ello independientemente de la sanción o castigo que hayan determinado los padres.

e) Ser coherentes y predecibles

Los padres son los referentes y los modelos principales hasta, al menos, la adolescencia.
Construir lazos afectivos significa también crear un entorno coherente y predecible. Si exigimos a nuestros hijos comportamientos o actitudes que son contrarias a nuestra propia forma de actuar, crearemos dudas y desorientación.
Es aconsejable que incluso cuando se dan conflictos serios entre la pareja, seamos capaces de consensuar unas líneas educativas comunes de actuación con ellos independientemente de nuestras diferencias como adultos.
En caso de separaciones sabemos que uno de los peores peligros que tienen nuestros hijos es el trato diferencial y la manipulación en contra del otro por parte de algunas personas irresponsables o egoístas dado que anteponen sus propios intereses a los del hijo en común.

f) Fomentar los estilos democráticos

Este estilo educativo denominado "democrático" y considerado como el óptimo, según algunos estudios, se caracteriza por que el niño se siente amado y aceptado, pero también comprende la necesidad de las reglas de conducta y las opiniones o creencias que sus padres consideran que han de seguirse. Como padres debemos saber ser generosos pero, a la vez, es imprescindible establecer límites claros a las conductas y demandas de nuestros hijos. Si así no se hace, las demandas aumentarán y la percepción del niño será de que tiene el control sobre nosotros y que sus solicitudes son derechos reales a los que no tiene por qué renunciar.
Reforzar la vinculación y proporcionales afecto no significa ceder a todas sus demandas.

g) Incrementar los tiempos de ocio juntos

Dedicar más tiempo con los hijos es siempre una buena elección pero deberemos también buscar una mejora en la calidad del mismo. De nada nos servirá estar todo el día con nuestros hijos si ello no nos proporciona espacios comunes de juego y comunicación. Los juegos familiares, la lectura de cuentos a los más pequeños, el poder hablar de temas de su interés a los adolescentes, etc. son actividades esenciales para potenciar los lazos afectivos.
Es también muy importante hablar sobre lo que sucede y nos preocupa en el día a día. Actualmente la televisión, las nuevas tecnologías, etc, nos roban espacios comunes y se hace más difícil el intercambio de experiencias entre padres e hijos. Hay que buscar o crear los espacios necesarios si no existen.

Para crear espacios de comunicación de forma estructurada (cuando éstos no existen o son escasos) puede resultar útil introducir lo que llamamos diario emocional
. Se trata de una pequeña libreta (escogida por el niño) donde va anotando las pequeñas incidencias del día (bajo supervisión de los padres) y también lo más importante: las diferentes emociones implicadas. Es un ejercicio de reconocimiento y trabajo sobre las emociones que ayuda a los niños a expresar sus sentimientos y a los padres a conocerlos para poder ayudarles más eficazmente y prevenir la aparición de conductas no deseadas.

"El éxito como personas de nuestros hijos en un futuro no dependerá de lo que les hemos podido dar materialmente, sino de la intensidad y calidad de las relaciones afectivas que hemos sido capaces de construir con ellos desde la infancia.”


Bibliografia:
http://www.psicodiagnosis.es/areageneral/trabajandoelvinculoafectivoconnuestroshijos/index.php

jueves, 3 de noviembre de 2011

Manual para el Tratamiento Grupal del Incesto y Abuso Sexual Infantil

Gioconda Batres
La Doctora Gioconda Batres Méndez, graduada como Médica Cirujana en la Universidad Nacional Autónoma de México y en psiquiatra en la Universidad de Costa Rica. Desde 1991 es Directora del Programa Regional contra la Violencia Doméstica del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la prevención del delito y el tratamiento del delincuente. (ILANUD), en donde ha desarrollado y publicado sus teorías sobre abuso sexual y violencia de género. A participado en numerosos cursos de posgrado por grandes autoridades sobre el tema de la violencia, tales como la Dra. Judith Herman, Leonore Walker, Eleana Gil y David Finkelhor.
Profesora invitada en universidades de América Latina y conferencista en numerosos foros y congresos. Ha publicado seis libros y un gran número de artículos en revistas. Desde sus inicios, formó parte como docente de la Maestría en Violencia Social de la Universidad Nacional a Distancia de Costa Rica.
Es una de las más reconocidas expertas latinoamericanas en el tratamiento del abuso sexual y sus perpetradores.

Libros publicados por Gioconda Batres  para
trabajar  abuso sexual en niños  y niñas
Gioconda Batres presenta  el Manual para el tratamiento  grupal del incesto y el abuso sexual del infante. Este  es un manual para tratar  niños y niñas entre 7 y 12 años que  han sido abusados sexualmente. Es un manual que se divide en 14 sesiones  presentándonos  diferentes temas  para  trabajar con niños  o niñas. Dentro de los  temas  que  se  ven en  este manual están: la  confianza  y el apoyo, sentimientos, mitos y realidades, el decir  NO, la  revelación del abuso, prevención de futuros  abusos, el valor  del género,  el enojo, el poder, el cuerpo, autoestima, el futuro entre otros.
Las  sesiones  se llevan a  cabo en un ambiente de calidez y seguridad. El tratamiento es  guiado por una pareja  de terapeutas de ser posible, si no es posible  puede  ser guiado por un solo terapeuta. Los  grupos  para  hacer la  terapia  es recomendable  que  estén constituidos  por niños  del mismo sexo, ya  que  no es recomendable  trabajar con grupos mixtos.  Se debe  de formar un grupo entre 6 a 8 integrantes. Y se les  debe  de explicar a los  integrantes del grupo en qué consistirá la  experiencia  del trabajo que se  va  realizar.
Gioconda  Batres también presenta otros  libros  relacionados  con el tema de abuso sexual y estos  son:
-       La Silla  de la  verdad, que  es un libro para  tratar con niños  y niñas testigos  de violencia
-       Niños  que  abusan sexualmente , es  un manual para  tratar  niños  y niñas  que abusan sexualmente  a  otros  niños en forma  reactiva, esta dirigido a niños  y niñas  de  7 a  12 años.
-       Del ultraje  a  la esperanza, que  es un libro para  tratar y manejar las secuelas  del incesto.

Los libros  mencionados  anteriormente están disponibles en :


Bibliografía:
Batres Méndez, Gioconda. Especialista en Psiquiatría. Manual para el tratamiento grupal del incesto y abuso sexual infantil. Costa Rica. 2000


VIDEOS relacionados al tema: 
Cuento/historia de abuso sexual
Abuso sexual infantil 
Abuso sexual infantil 
documental sobre  abuso sexual infantil  




TRABAJO EN  CLASE:
Los estudiantes de psicología Infantil, realizaron en 3 días, una demostración sobre la aplicación del manual de Gioconda Batres. A continuación se mostraran fotografías sobre la dinámica que se llevo a cabo:


















lunes, 17 de octubre de 2011

Abuso Sexual

¿Qué es el abuso sexual?
Es toda acción de tipo sexual impuesta a un niño por un adulto o por una persona mayor que él. Algunas de sus formas son: manipulación del menor con fines pornográficos, someterlo a que observe actitudes sexuales, hablar sobre temas obscenos, mostrar o tocar genitales y penetración sexual (violación o incesto.). El abuso sexual no necesariamente es una violación.

¿El abuso sexual es, generalmente, cometido por desconocidos?
El abuso sexual puede ser cometido por un desconocido, quien a través de la fuerza y/o terror, somete al niño al acto abusivo, generalmente en la forma de una violación. Sin embargo, las estadísticas muestran que en la mayoría de los casos el abusador suele ser una persona conocida por la familia, quien no sólo se ha ganado la confianza de los padres o cuidadores, sino del propio niño.

¿El abuso sexual puede ser cometido por un familiar?
El abuso sexual puede ser cometido por un miembro de la familia (papá, mamá, abuelos, primos, etc.), con quien la víctima siente un profundo compromiso afectivo y lealtad. El abusador suele manipular y chantajear a la víctima con el propósito de que esta no revele el abuso, convenciéndola de que si habla desatará una crisis familiar.

¿Qué pasa cuando el abusador es una persona conocida?
Es muy importante tener presente que cuando el abusador es un adulto conocido, el abuso no es un episodio aislado sino, un proceso que se desarrolla en el tiempo. En un principio el abusador manipula la confianza que el niño/a le tiene y, a través de la seducción (regalos, premios, preferencias, etc.), lo incita a participar en actividades sexuales que el abusador muestra al niño/a como juegos o comportamientos que ocurren normalmente entre un adulto y un niño. De manera paralela, el abusador impone al niño la ley del silencio a través de amenazas y chantajes del tipo "si tu le cuentas a tu mamá, ella se morirá de pena" o "si alguien sabe a mí me llevarán preso y tú te irás a un orfanato". Así, garantiza que el niño/a guardará el secreto.

Además, utiliza con el niño/a un discurso denigratorio con el fin de descalificarlo/a y culpabilizarlo/a de lo que está ocurriendo.
En esta realidad, el niño/a queda atrapado en un sistema relacional muy confuso y contradictorio ("te quiero, pero abuso de ti"), y va incorporando a su autoconcepto connotaciones negativas que el abusador le transmite. El niño/a empieza a sufrir una fuerte estigmatización, se siente sucio, malo, culpable, impotente y con una tremenda falta de control. Todo esto dificulta que el niño/a divulgue lo que le está sucediendo.



¿Puede un niño inventar un abuso?
No. Los niños, cuando describen un abuso manejan información que por su desarrollo no podrían conocer de otra manera. En esos casos, el niño ha sido sometido la observación de contenido erótico o ha sido víctima de abuso. Por otra parte, los niños pueden llegar a inventar algo para evitarse un problema (por ejemplo, miento porque me saqué una mala nota), pero no mienten para ganarse un problema o castigo.
Si negamos el abuso no sólo causamos un sentimiento de desprotección en el niño/a, sino que facilitamos el actuar de los abusadores. Pensar que los niños mienten, que el abuso es poco frecuente, que sólo lo sufren las niñas, que los abusadores son locos o de apariencia peligrosa, o que no ocurre dentro de la familia, son mitos que sólo evitan que nos enfrentemos a una realidad dolorosa y traumática que, a pesar de no ser fácil afrontar, es muy necesaria para la protección de nuestros hijos.

¿Cómo puedo proteger a mis hijo/as del abuso?
La mejor manera es previniéndolos. Es fundamental mantener una relación cercana con ellos de modo que si algo les ocurre, tengan la confianza para contarnos. Además es importante enseñarles a autoprotegerse a medida que van creciendo.
A partir de los tres años podemos ayudarlos a conocer las partes de su cuerpo. Así como tenemos brazos o piernas, también tenemos pene o vagina. No debemos centrar la conversación en los genitales, sino que enmarcarla en el conocimiento global del cuerpo.
También podemos enseñarles que en el cuerpo hay zonas privadas, que no mostramos porque son especiales e íntimas, y explicarles que nadie puede forzarlos para tocarles sus partes privadas aunque sea un tío, primo o hermano. Es importante transmitirles que nadie puede obligarles a guardar un secreto y que siempre deben tener la confianza para acudir a sus papás si les ocurre algo. Explicarles, pero no exigirles, que digan NO frente a caricias que no les gustan o les hacen sentir raros o incómodos. Por diferencia de tamaño, fuerza y edad, para un niño es prácticamente imposible enfrentar a un adulto y decir NO. Por eso no debemos exigirles, ya que si no lo logra se puede sentir muy culpable.


Es importante que la autoprotección la enmarquemos en una visión positiva y más amplia que la sexualidad y no focalizarla en cómo defendernos de un posible ataque sexual, pues corremos el riesgo de mostrar a nuestros hijo/as una visión negativa y peligrosa del mundo que los rodea

¿Cómo sospechar que un niño/a está siendo abusado?
Debemos estar atentos a cambios en el comportamiento de los niño/as como agresividad, inhibición o sensibilidad extrema, desconfianza, problemas en el dormir, baja en el rendimiento escolar, desinterés o rechazo inexplicable frente a los estudios, inusual mal comportamiento en clases, miedo a los adultos, etc.
Otro indicador es la aparición de conductas sexuales que no guardan relación con la edad del niño o cuando éste maneja información que no puede haber aprendido por sí solo. Hay que poner atención a los juegos, por ejemplo si realizan actos sexuales entre muñecas, y a los dibujos que realizan en casa o en el jardín. También pueden surgir conductas de masturbación compulsiva que interfieran con sus actividades.
Los niños abusados están expuestos a una realidad que no pueden integrar, lo que los lleva a reflejar en comportamientos o comentarios las vivencias que les están ocurriendo.


¿Cómo actuar si un niño/a revela el abuso?
Es muy importante guardar la calma y no sobre reaccionar o desesperarse, ya que la reacción del adulto es un factor de gran importancia para la reparación del niño/a. Si está muy perturbado, deténgase un momento a organizar sus ideas antes de hablar con el niño/a. Explíquele que usted está perturbado por lo sucedido y comprende que él también lo esté. Siempre debe creer lo que el niño/a relata y nunca debe dudar de él. No lo presione a hablar, pero dispóngase a escuchar cuidadosamente lo que quiera confiarle. Haga énfasis en que el abusador es el responsable y no él. Felicítelo por haber confiado en usted y asegúrele protección.


La información fue obtenida de la siguiente página en internet: 
http://www.pediatraldia.cl/abuso_sexual.htm

viernes, 14 de octubre de 2011

Fotografías Proyectivas

A continuación se mostrarán  diferentes fotografías que pueden utilizarse en el trabajo en psicoterapia, siendo estas  utilizadas como técnicas proyectivas....


































































































Bibliografia:
http://nohaycomolodeuno.blogspot.com/2011/02/angeles-oscuros-137.html